"HISTORIA DE LA SOCIOLOGÍA"
El origen
de la sociología como disciplina o conocimiento sistematizado es relativamente
reciente. El concepto de sociedad civil como ámbito diferente al Estado se
encuentra por primera vez en el siglo XVII en la obra de los filósofos ingleses
Thomas Hobbes y John Locke, y de los pensadores del Siglo de las Luces (en
Francia y Escocia). El primer enfoque de la sociología ya se encuentra tanto en
estos trabajos como en los escritos sobre filosofía de la historia del italiano
Giambattista Vico y en el estudio del cambio social del filosofo alemán George
Wilhelm Friedrich Hegel.
3.1 Inicios
La
primera definición de sociología fue propuesta por el filosofo Francés Auguste Comte (1798-1857). En
1838, Comte acuñó el término de sociología para describir su concepto de una
nueva ciencia que descubriría unas leyes para la sociedad parecidas a las de la
naturaleza, aplicando los mismos métodos de investigación que las ciencias
físicas. Los métodos de investigación se reducían a: 1) la observación teórica
del mundo social; las observaciones deben hacerse guiadas por una teoría y, una
vez hechas, deben ser conectadas con una ley; 2) la experimentación,
atrevimiento metodológico ya que el científico social no puede interferir en
los fenómenos sociales y así controlarlos; 3) la comparación que se divide en
tres subtipos: a) de las sociedades humanas con las de los animales inferiores;
b) de las sociedades en diferentes zonas del mundo; c) de los diferentes
estadios de las sociedades en el transcurso del tiempo.
Comte
perfecciona su teoría con la ley de los
tres estadios. Su fundamento reside en el supuesto de que la mente humana,
el proceso de madurez de las personas, todas las ramas del conocimiento y la
historia del mundo, es decir, todo, está sometido a la ley de los tres
estadios. Cada estadio implicaba una explicación de las cosas que rodeaban a
los humanos. He aquí los estadios:
1)
El estadio teológico: la mente humana busca la
naturaleza esencial de las cosas, sobre todo su origen (¿de dónde vienen?) y su
propósito (¿para que existen?), lo que desemboca en la búsqueda del
conocimiento absoluto. Son seres sobrenaturales quienes creen y regulan los
fenómenos; Comte incluye el fetichismo (culto a objetos: arboles, por ej.) y el
politeísmo (adoración a varios dioses) como inicio de un estadio que termina en
el monoteísmo (adoración de una divinidad que lo explica todo).
2)
El estudio metafísico: Se trata de un estudio de
transición entre el anterior y el científico. En este estadio las fuerzas abstractas
sustituyen a los seres sobrenaturales para explicar las causas y los propósitos
de las cosas del mundo; por ejemplo, las cosas suceden debido a su propia
“Naturaleza”.
3)
El estudio positivo: lo único que se conoce son los
fenómenos y sus relaciones entre ellos, no su naturaleza esencial ni sus causas
últimas. Se estudian hechos aislados y se intentan vincularlos con un hecho
general o ley.
Comte también
distinguió entre estática social y dinámica social, distinción que aun es
importante por cuanto es equivalente a estructura
social (que ya hemos estudiado) y a cambio social (que estudiaremos a
continuación).
El
filosofo británico Herbert Spencer adopto el termino y continuo el trabajo de
Comte, aunque la tendencia evolucionista del pensador ingles se aparta de la
concepción cientifista clásica de Comte en varios aspectos teóricos.
Hoy también
se consideran fundadores de esta disciplina a algunos filósofos sociales del
siglo XIX que nunca se consideraron sociólogos propiamente dichos. El principal
entre ellos fue Karl Marx (1818-1883). Ciertamente fue más un filósofo social
que otra cosa. Marx se plantea como punto de partida el análisis de los seres
humanos bajo dos perspectivas: como potencial
humano, es decir, como sujetos de capacidades y necesidades; estas generan
la apropiación de los bienes de la naturaleza y su transformación, mediante el
trabajo, que considera como actividad y creatividad: en la época del
capitalismo el trabajo deja de ser acción creadora. La otra perspectiva es social: la necesidad d interacción del
hombre con otros seres humanos. El buen o mal desarrollo de estas
características depende de las condiciones históricas y sociales del sistema de
trabajo o sistemas de producción. Marx hace una estupenda radiografía del
capitalismo y descubre que todo su potencial, en este caso poco beneficioso
para el obrero por las consecuencias personales, mentales y de conciencia que
conlleva (falsa conciencia, alineación, determinismos sociales, ideología,
etc.), radica en la mercancía y en
fetichismo que genera. El proceso del trabajo es el que confiere valor a
las mercancías; el fetichismo de las mercancías implica el proceso por el que
los actores olvidan que es su trabajo el que otorga a las mercanicas su valor
(y no al revés: eso es el fetichismo), confiriendo a estas y al mercado una
realidad objetiva independiente, que es externa al trabajador y coercitiva.
No hay
que olvidar al aristócrata Francés conde de Saint- Simon (1760-1825), inspirador y precursor del positivismo de
Comte, del socialismo de Marx, y de la tecnogracia. Sus consideraciones
sociológicas son: la sociedad como un cuerpo organizado, de clara inspiración
biológica; la exigencia de una nueva ciencia positiva (la filosofía social,
como aun él la llamaba) que atienda al nuevo objeto de estudio, la sociedad; el
advertimiento de la industria y de las elites industriales. También el escrito
y estadista Alexis de Tocqueville (1805-1859),
famoso por su excepcional obra La
democracia en América, cuya influencia se compara con la de Montesquieu.
Frente a la tradición francesa de gobierno autoritario y corrupto, Estado
Unidos representa la novedad del experimento de descentralización y
autogobierno. La originalidad de esta obra reside en mostrar los pros y los
contras de la democracia, fundamento de los regímenes modernos. Y al filósofo y economista inglés John Stuart Mill (1806-1873). En el
siglo XIX se desarrollo la corriente estadística empírica que posteriormente se
incorporo a la sociología académica.
Desarrollo.
Hasta
finales del siglo XIX la sociología no comenzó a ser reconocida como disciplina
académica. En Francia, Émile Durkheim
(1858-1917), heredero intelectual de Saint-Simon y Comte, fundador de la
primera escuela de pensamiento sociológico, destaco la necesidad que la
sociología se diferenciara de la filosofía orientándose hacia investigación empírica, siendo su objeto de
estudio los hechos sociales (independientes de los atributos psicológicos de
las personas) que debían ser tratados como cosas,
y las relaciones entre ello, se intereso por las estructuras sociales, por
sus causas y funciones que cumplían. Fueron modélicos sus estudios sobre la División Del Trabajo Social o en la
sociedad o sobre El Suicidio. Los
cambios en el trabajo social han tenido enormes repercusiones en la sociedad,
como se refleja en los dos tipos de solidaridad social (que es lo que mantiene
unida a la sociedad, según él); la mecánica y la orgánica. La solidaridad mecánica
ocurre cuando la totalidad de sus miembros tienen aptitudes y conocimientos
similares, actividades parecidas y responsabilidades semejantes. La solidaridad
orgánica ocurre cuando todos los elementos anteriores son desemejantes entre
las personas; es la diferencia entre la familia primitiva y la familia de
nuestras sociedades más desarrolladas.
Del
análisis de las sociedades actuales acuño el concepto de anomia, es decir, individuos a los que la moral no les constriñe lo
suficiente para que sean respetuosos con las normas sociales, siendo una de las
causas de los casos de suicidio, y del excesivo valor que se le da al trabajo.
Otra de
las cuestiones importantes descubiertas por este autor reside en la importancia
de la conciencia colectiva, en donde
se condensan los valores morales colectivos que regulan las conductas
individuales; se da con mayor fuerza en las de sociedades con solidaridad
mecánica y con menor fuerza en las de solidaridad orgánica, lo que problematiza
su estructura, organización y funcionamiento debido a su heterogeneidad social.
Las categorías sociales (como tiempo y espacio sociales) y lo sagrado y lo
profano, etc., están explicados por la importancia de la religión en las
sociedades.
Durkheim
y sus seguidores estudiaron ampliamente las sociedades no industrializadas de
forma similar a como, más adelante lo harían los antropólogos sociales.
En Alemania, la sociología fue reconocida
formalmente como disciplina académica en la primera década del siglo XX, en
gran parte gracias a los esfuerzos del economista e historiador Max Weber (1864-1920), frente a los
intentos por parte de Francia y de los países de habla Inglesa de modelar la
disciplina según las ciencias físicas, la sociología alemana se baso en una
amplia erudición histórica modulada por la influencia del Marxismo, también presente
en el trabajo de Weber. Se halla vinculado a un grupo de estudiosos que
intentaron elaborar un método adecuado para las ciencias sociales: Dilthey,
windelband, Tonnies, y Simmel. Weber opta por el método denominado Verstehem o comprehensivo, es decir
abarcador de elementos tantos objetivos como subjetivos para entender el objeto
social. Por ejemplo, la relación entre los objetos sociales (la burocracia o el
capitalismo) con los valores; la diferencia ente esta relación y la que se
establece con los juicios de valor (algo es bueno o malo para alguien), etc. De
aquí que establezca que la sociología no
es ciencia de valores sino de un estudio del comportamiento respecto a los
valores. O sea, la conexión entre la acción y el valor. Habla, además de
una conexión entre fenómenos sociales aunque excluye atribuirles una causa
única.
Este análisis
desemboca en la construcción de los tipos
ideales. Consiste en construir figuraciones exclusivamente sociológicas
que, partiendo de datos empíricos, acaben construyendo un modelo o tipo ideal,
es decir, que no existe en la realidad. Esta inexistencia real no significa que
sea algo falso o arbitrario sino más bien un tipo de referencia la cual
relacionar los singulares y específicos fenómenos históricos. Por ejemplo,
clase social, burocracia o poder,. Como tales, estos elementos no existen, sino
individuos singulares, burócratas de un determinado lugar o individuos que
detentan un poder. El concepto ideal-típico de burocracia, de poder o de clase,
es una construcción meramente sociológica que sirve únicamente como referencia
para encuadrar la multiplicidad de fenómenos sociales,
Weber se
ocupo de estudiar las relaciones entre los hombres y el poder y por la
expansión de los procesos racionales (acciones referidas a un fin racional, la
racionalidad funcional) en la sociedad. Esta acción racional, aplicada al
capitalismo, la estudia en su obra La
ética protestante y el espíritu del capitalismo. Aquí establece una
conexión –no causal- entre la ética protestante (en la cual, el hombre, el fiel
calvinista, sabe que el trabajo metódico, el ahorro, la inversión, etc., pueden
testimoniar al hombre virtuoso y hacerlo parecer así ante los ojos de Dios,
aunque Dios haya decidido de antemano si este hombre se salvara o se condenara;
el éxito en los negocios y en la acumulación del capital puede ser un índice de
que en la otra vida todo le ira igualmente bien). Esto no quiere decir que la
ética protestante es la causa del capitalismo, sino solo que se establece entre
ellos una correlación.
Se han de
reseñar los esfuerzos del filosofo alemán Georg
Simmel por considerar la sociología como independiente del devenir
histórico, es decir, por estudiar no esta o aquella sociedad, sino la sociedad
en sí misma, sin determinación concreta. Simmel estudia el aspecto formal de lo social, a saber, las
relaciones entre los humanos que no sufren alteración; estas relaciones las
denomina asociación. Las maneras
concretas y variables de asociación, propia de sociedades determinadas, es la materia de los social. La sociedad es
posible, según este autor, en cuanto es una disposición del individuo a entrar
en relación con los otros más allá de la relación entre singulares. Estudia
además muchos argumentos: la diferenciación social (la diferenciación social), el dinero (la filosofía del dinero), la sociedad metropolitana (La metrópoli y la vida menta), entre
otros. En estas obras subraya la importancia del individuo y en su autonomía
(la subjetividad) a pesar de su pertenecía a la sociedad.
Es interesante reseñar los filósofos
sociales de influencia Marxista, Karl
Manheim (1893-1947) y Gyorgy Lukacs
(1885-1971). Marx afirmaba que nuestro modo de pensar provenía del puesto
social que ocupamos, aunque no somos consientes de que expresamos los intereses
de nuestra clase social. En tanto en cuanto lo ignoramos (no somos conscientes
de ello), hacemos ideología. Pero Marx hacia una excepción, el proletariado. Al
sufrir este una situación infrahumana, no podía mentir en cuanto denunciaba su
situación y condición; por tanto, estaba exento de ideología, como clase, pues
era consciente siempre de la situación. Manheim no está de acuerdo en este
punto con Marx y afirma que toda clase social tiene una visión del mundo (Weltans-chaunng)
ligado a los intereses de clase. El proletariado justificara los intereses de
clase declarando los intereses de la
humanidad o de la historia. En su famosa obra Ideología y Utopía habla de los intereses (ideología) de aquellos
que quieren conservar la sociedad y de los aquellos descontentos con la
sociedad que quieren modificarla; en tal caso, el hombre hará utopía. No es que
la utopía no sea a su vez ideológica o intereses de clase; la utopía es crítica
con los contentos con la sociedad e intenta cambiar lo malo y lo negativo que
hay en ella. En este aspecto Manheim se halla cerca de la Escuela de Francfurt.
La Escuela de Francfurt, compuesta por Max Horkheimer, Theodor W. Adorno, Herbert Marcuse, Jurgen Habermas y
Walter Benjamín, durante los años inmediatamente anteriores al movimiento
alemán nazi, se preocupó, en líneas generales, de estudiar que la sociedad del
capitalismo desarrollado, además de la sociedad autoritaria o totalitaria,
ejercen un dominio completo sobre el individuo. En consecuencia, la capacidad y
la posibilidad crítica del individuo se hallan disminuidas o extinguidas. Una
soporífera o violenta clase dirigente se impone a toda la sociedad, la cual
consiente, o es obligada a consentir, la adhesión a la realidad que es, sin
residuo de voluntad alguna de cambio o de oposición.
La investigación de la escuela de
Francfurt o Escuela Crítica (y Escuela Crítica quiere significar que se
pretende mantener una actitud de no adhesión inmediata a la realidad) se
extiende el análisis completo y complejo de la presunta pérdida del sentido crítico.
También evalúa la presunta perdida de la capacidad de negar lo que existe.
Algunos representantes de esta teoría
crítica investigaron cual podría ser una sociedad no sometida al dominio,
una sociedad que encontrarse el sentido crítico y la negación real existente en
vista de una sociedad “mejorada”.
En Gran Bretaña, la sociología sufrió una lenta evolución. Hasta la
década de 1960, la enseñanza de esta disciplina se limito básicamente a una
institución académica, la London School of Economics de la
Universidad de Londres. La sociología británica combinaba el interés por el
cambio social evolutivo a gran escala, con el interés practico por problemas
administrativos de Estado de bienestar.
En la segunda mitad del siglo XX,
cuando ya había decaído el interés por las teorías evolutivas de Comte y
Spencer, la sociología comenzó a estudiar determinados fenómenos sociales como
el delito, las desavenencias matrimoniales y la aculturación de los
inmigrantes.
El centro más importante del
estudio de la sociología antes de la II Guerra Mundial (1939-1945) fue la
Universidad de Chicago (EEUU). Allí, el filosofo estadounidense George Herbert
Mead (1863-1931), formado en Alemania, destacaba en sus trabajos la influencia
de la mente, el yo y la sociedad en las acciones e interacciones humanas. Este
enfoque (conocido posteriormente como
“Interaccionismo simbólico”) hacía hincapié en los aspectos microsociológicos y
psicosociales. En 1937 el sociólogo estadounidense Talcott Parsons (1902-1979) utilizo las ideas de Durkheim, Weber y
del sociólogo italiano Vilfredo Pareto en su obra principal La estructura de la acción social, ampliando
así el enfoque estrecho y limitado de la sociología estadounidense, y
centrándose en el estudio de la acción social. Uno de los mayores
representantes del funcionalismo se preocupa por el funcionamiento de la sociedad,
es decir, por la necesidad de que la sociedad funcione, o, en otras palabras, que la funcionalidad sea elemento decisivo de la sociedad. Este autor se distancia
de aquellos sociólogos que consideran la pérdida del sentido crítico y la
aceptación de la sociedad tal cual es, un evento negativo y especifico de la
sociedad estadounidense. En la época del capitalismo monopolístico, de los mass media, del consumo, esta supresión
del espíritu crítico, parecerá por doquier. Parsons pone su atención en un
punto crucial: la sociedad es un conjunto
de funciones que se entrecruzan e integran y cumplen con el intento de hacer
funcionar a la sociedad. Si alguna de ellas obstaculiza tal intento, la
sociedad se colapsaría. Estas funciones implican el estatus (situación social)
y el rol (actividad social), como formas de integración del individuo en la
sociedad.
En la Universidad de Colombia, el
sociólogo estadounidense Robert Merton
(1910- ) intentó vincular la teoría funcionalista con una rigurosa
investigación empírica de recopilación de datos. Destaca aspectos no tratados
por Parsons, como la conducta desviada,
aquella propia del individuo no plenamente socializado, que no acepta los
estatus y roles preestablecido y funcional para la consecución de los fines
sociales. El termino desviación social
(theory of deviance) ha tenido éxito a la hora de explicar y analizar
ciertas conductas problemáticas para la sociedad. Algunos títulos de autores
anglosajones nos muestra tal éxito: Ian
TAYLOR, Paul WALTON, Jock YOUNG, The new criminilogy, University of Cambridge),
The sociology of deviance: anobituary, Open University Press, Uk, 1994,
QUINTANA LÓPEZ, Primitivo de la introducción al problema de la desviación
social, Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, etc. Hay cientos de
títulos como estos en el mundo anglosajón.
Ello quiere decir que para los
funcionalistas, Merton incluido, la sociedad es aquel lugar en donde los
individuos desarrollan una conducta esperada con arreglo a sus status y roles social;
cuando no se ajusta a la conducta a éstos, se denomina conducta desviada, como hemos dicho. En
consecuencia, no se esperaban cambios ni alteraciones han la sociedad; ésta es
estática y aspira a mantenerse en armonía, cumpliendo cada elemento social su
función propia. El conflicto social es visto como algo no deseable y, cuando
ocurre, a los elementos en conflicto hay que reconducirlos a que se ajusten a sus
roles y status esperados. El concepto de “sociedad estática” que propugnaban
los funcionalistas es, qué duda cabe, la sociedad norteamericana, liberal, democrática,
de libre mercado, capitalista, de libertades formales, etc. ¿Qué sentido habría
de tener cualquier alteración y cambio social? Ninguno; de ahí el inmovilismo
social de los funcionalistas y otros teóricos más.
Otras corrientes, como el interaccionalismo simbólico, corriente
desarrollada por William James (1842-1910), Charles Horton Cooley (1864-1929),
Georges Herbert Mead (1863-1931), William I. Thomas (1866-1947), Florián
Znaniecki (1882-1958), entre otros. Fue una corriente alternativa y opuesta al
funcionalismo, y se caracteriza por considerar como fenómenos sociales más
importantes la acción reciproca de los seres humanos y los signos que hacen
posible esta acción. Sobre esta acción reciproca están basadas la sociedad, las
instituciones, las clases sociales, o la conciencia colectiva. El
comportamiento humano no es una simple reacción ante el entorno sino un proceso
interactivo de construcción de dicho entorno: es la famosa formulación de W. I.
Thomas: Si los hombres definen una
situación como real, es real en sus consecuencias. Este proceso es
interactivo ya que la actividad individual solo es posible por la pertenecía a
una comunidad de significación, es decir, que da los mismos significados a los
mismos signos; de este modo podemos entender al otro, ponernos en su lugar,
analizar lo que está ocurriendo, hacer previsiones de futuro, etc. La conciencia
de uno (sí) mismo se forja en el ámbito de dicha interacción simbólica.
Fuente consultado:
(Cánovas 20/09/2001)